The Unending Gift
Un pintor nos prometió un cuadro.
Ahora, en New England, sé que ha muerto. Sentí, como otras veces, la tristeza de comprender que somos como un sueño.
Pensé en el hombre y en el cuadro perdidos.
(Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales.)
Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará.
Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más, una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa; ahora es ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier color y no atada a ninguno.
Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música, y estará conmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco.
(También los hombres pueden prometer, porque en la promesa hay algo inmortal.)
Jorge Luis Borges
Hace poco más de un mes, Aldemaro Romero iría a ensayar a mi casa. Cheo Hurtado quería que el Maestro lo acompañara en algunas piezas para un disco de boleros, y mi casa, con el piano disponible, era un buen lugar para preparar las cosas antes de la grabación.
Cheo tuvo que salir de Caracas y el ensayo se suspendió, quizás hasta la semana siguiente. Pero la semana siguiente el Maestro Aldemaro fue hospitalizado y luego de unos cuantos días, murió.
Ahora recordamos a Aldemaro con cariño y admiración; nos dejó muchas cosas para recordarlo. Yo, en particular, conservo -ilimitado e incesante- el recuerdo imposible de un ensayo que no sucedió.